Conversando sobre una nueva estrategia de comunicación en las empresas
En esta charla organizada por la Asociación de amigos empresarios de España y celebrada en…
En esta charla organizada por la Asociación de amigos empresarios de España y celebrada en…
Me preguntaba Teo León Gross en la ‘Mesa de análisis’ de Canal Sur TV por…
Los consultores seguiremos siendo cazadores de confianza en favor de nuestros clientes, pero entendiendo que el nuevo contexto obliga a una transformación que, sobre todo, es mental.
Parece un atrevimiento sostener que a una empresa le va mal cuando tiene dos mil…
Con ocasión del inicio de la pandemia, muchos bancos españoles aprovecharon el momento de estrés…
A no mucho tardar, vamos a encontrarnos con una nueva generación de medios puestos en pie por periodistas que van a preferir liderar sus propias organizaciones de noticias antes que seguir ejerciendo de redactores o directivos de compañías que se pliegan hasta niveles exagerados, casi que de bandera blanca y rendición, ante los poderes políticos y económicos de sus territorios.
No cometo ningún pecado de spoiler si os digo que lo mas inquietante de esta película es que el retrato histérico y frívolo que hace no está basado en hechos reales, pero casi que podría serlo pese a lo surrealista del guión.
De un tiempo a esta parte, las empresas han hecho F-5 en sus esquemas de…
Quienes leen este blog saben que llevo tiempo defendiendo que si queremos una prensa que…
Se necesitan presidentes, consejeros delegados y directores generales que sean capaces de ejercer de CEO activistas y que asuman también en primera persona la defensa de su compromiso en los medios de comunicación y en las nuevas plazas públicas de la conversación global, las redes sociales.
Cualquier estrategia es válida mientras se desarrolle en un marco en el que se respeten determinadas reglas éticas de juego, pero conviene no perder también el referente sobre los intangibles que son claves para que una estrategia sea buena, mala o medio pensionista.
Somos lo que tuiteamos. Y a algunos habría que ponerles en sus perfiles una advertencia para que no se les olvide ni una sola vez: tuitear puede ser peligroso para la salud.
Estamos asistiendo una vuelta de tuerca que está provocando que el ambiente se esté volviendo irrespirable. Y no hablo de que las presiones de quienes mandan sean cada vez mayores y que el cinturón de seguridad de las empresas periodísticas cada vez sea más pequeños, sino de que estas presiones empiezan a llegarnos desde demasiados frentes y pueden terminar por ahogar la capacidad de iniciativa de no pocos profesionales.
En un país tan acostumbrado al furor legislador, lo más cómodo es pensar en establecer de una vez por todas un marco legal que garantice esas reglas del juego. Pero el sentido común nos indica también que, más allá de incrementar nuestro corpus legislativo con más leyes y reglamentos, es más sensato cumplir con aquellas normas, ya aprobadas, que fomentan la transparencia y la rendición de cuentas de nuestras instituciones públicas.
Google, como le pasa incluso en mayor medida a Facebook, sabe que puede enfrentarse a un problema de dimensiones inabordables si sigue poniéndose de perfil frente al negacionismo estruendoso que alimenta con sus algoritmos.
En el tramo final de su trayectoria, el rey emérito ha dilapidado su reputación como otros han dilapidado sus fortunas. Y lo ha hecho por la vía rápida.
Hace tiempo que me he despreocupado de saber dónde aparqué anoche el coche. Miro Google…
El rey de los relatos por encargo se mostró en La Sexta TV como alguien incapaz de crearse un relato para sí mismo.
El mundo cambia. Y las empresas tiene que entender ese cambio y adaptarse a él. Sin hacer los ejercicios de seguidismo o de populismo tribunero de quienes abogan por una solidaridad de postureo, pero sí mostrando la empatía y la inteligencia ambiental de quienes entienden las magnitudes de estos cambios sociales, económicos y políticos.
La batalla del relato y de la imagen en la escena pública requiere de una narrativa audiovisual que destile una conexión continua con una sociedad moderna que conversa, se informa, se entretiene y decide sus opciones de compra en las redes sociales.
Reflexiones sobre la industria del periodismo de Daniel Hadad, alma mater del exitoso diario argentino Infobae
En dosis razonables, Google, Facebook y el resto de miembros del Leviatán tecnológico ayudan a los medios. Pero del modo en el que se usan, hacen el papel de camellos que les invitan a depender de sus productos sin contarles que terminarán beneficiándose de su adicción para explotarles sin contemplaciones.
El relato de la innovación social es el de esas personas que dan un paso adelante donde otros se retiran. El de quienes deciden que no hay mejor fondo de inversión social que el que apoya estas iniciativas para que salgan adelante.
La sociedad de la información es ya la de la desatención, una sociedad donde cada vez cuesta más prestar la atención por esta epidemia de distracción y desconcentración que es fruto casi directo del modo en el que nos manejamos con las redes sociales en la era de las pantallas táctiles.
Mauricio Cabrera ha escrito un ensayo en el que disecciona con pasión los males de la industria periodística, pero poniendo el acento en las soluciones.
Antes luchaban por lograr votantes y ahora por convencer a los telespectadores. Un cambio que tiene una explicación evidente: si están ahí es porque quienes planifican las parrillas saben que la política vende y que estas nuevas incorporaciones tienen a seguidores y detractores dispuestos a verles y escucharles allí dónde estén.
Convendría recuperar cierto orgullo mediático latino y, por qué no, inyectarle más marketing a lo que se hace por estos lares.
Las emociones lo son casi todo. En plena era del Big Data en la que todo se mide y se monitoriza para una mejor toma de las decisiones, los ciudadanos seguimos comportándonos como lo que somos: seres humanos que nos manejamos en función de lo que sentimos, de nuestras percepciones y de nuestras intuiciones.
La entrevista concedida por Leo Messi al canal de Twitch del comunicador Ibai Llanos con…
La desinformación es un nicho de negocio. Y muy lucrativo. Si tu nivel ético está en el subsuelo, es una excelente oportunidad de ganar dinero trabajando a sueldo como creador y distribuidor de bulos.