El extraño caso de cómo Facebook se convirtió en una teletienda


04/02/2023


La deriva de las plataformas sociales es conocida. Como comenta Enrique Dans en su blog, aludiendo a su vez a un artículo del periodista Cory Doctorow, las tecnológicas empiezan aportando un gran valor para sus usuarios. Luego se centran en aportarle valor a sus anunciantes. Más tarde abusan de estos clientes comerciales. Y finalmente se mueren después de sacarles todo lo que podían de sus cuentas bancarias. Enrique Dans pone de ejemplo a Yahoo, pero a mí todo esto me recuerda, si descontamos al final, al caso de Facebook.

Lo digo desde mi experiencia de ‘feisbuquero’ de primera generación. ¿Os acordáis de cuando Facebook era una red social en la que podías ver las fotos de las fiestas de cumpleaños de tus amigos? Hoy sigue siendo así, pero para encontrar las fotos de esas fiestas, antes tienes que tragarte decenas de anuncios propios de una teletienda donde te venden cuchillos jamoneros y te saltan invitaciones que sabes de sobra que muchas de ellas son falsas. Y, por cierto, las encuentras sólo si los amigos con los que te topas forman parte de ese tráfico orgánico que te muestra Facebook y que es infinitamente menor al número de amigos que tienes en un tu muro. 

La evolución en la ‘experiencia de usuario’ de Facebook ha sido la de quien pensaba que iba a una reunión de amigos y cuando llegaba al sitio, se encontraba con que el local era un tugurio colmado de estafadores, vendedores de crecepelos 4-0. y anunciantes de todo a cien. Una teletienda infinita donde te sientes atrapado en un bucle de anuncios horteras y vídeos de programas de televisión con los que pretenden atrapar tu atención hasta que se te caigan los ojos de sueño. 

Zuckerberg no le está prestando atención a Facebook. Suficiente tiene ahora con convencer a la humanidad de que se deje de pensar en aplicaciones de inteligencia artificial, la new big thing de moda, y se atenga a hacer lo que él quiere que haga, que es ponerse sus gafas de realidad virtual y dedicarse a gastar su tiempo y su dinero en un metaverso que de momento tiene para los usuarios el mismo interés que el de tirarse de un quinto piso.

Y el desinterés se nota. Meta se ha centrado en convertir la red en una plataforma de publicidad programática con anuncios de saldo en el que, de vez en cuando, te aparece la publicación de alguien que te interesa. Aguanta porque su éxito ha sido arrollador, el mayor de este sector, con sus más de 2.000 millones de usuarios.

Pero entre que la competencia que sufre es cada vez mayor (sus usuarios ya no se mudan a Instagram, sino a Tik Tok) y que la presión regulatoria en Estados Unidos y en Europa es cada vez mayor por sus escándalos reputacionales y la convicción de que explota de la peor manera los datos de sus seguidores, digamos que ha dejado de ser la red cool para convertirse en un canal de madrugada con más anuncios que una película de sobremesa de Antena Tres.

Facebook no es Google Plus. No es que esté muerta y aún no lo sepa. Pero ya no es la reina social. Es la Gloria Swanson del crepúsculo digital de los dioses. Una dama altiva de las redes sociales a la que Zuckerberg le quiere sacar hasta el último centavo antes de que muera. Y bien que lo está haciendo, pero a cambio de convertirla, como os digo, en ese típico canal donde a las tres de la mañana te sale un chaval muy petado que te quiere vender una bicicleta estática o un aparato para hacer flexiones.



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